NUESTRAS MANOS
Fascinado el tiempo,
desde su pódium lejano,
veía impávido la palma
de una mano extendida.
De ella, una grieta echa por el tiempo,
no salía sangre, tan solo un
liquido claro y cristalino,
a su alrededor pequeñas rocas,
evitaban que se desperdiciara
entre los dedos extendidos.
Una floreciente vegetación
iba cubriendo a su alrededor
los dedos y muñeca de aquella
mano extendida, evitando que el
creciente sol pudiera secarla.
La vegetación se alimentaba
del claro líquido, como un sustrato
poderoso, que les hacía crecer
lentamente y sin demora,
como única solución de supervivencia.
El tiempo se percató,
que no todo dependía de sí mismo,
tan solo precisaba de objetos preciosos,
como aquella mano, para sobrevivir
al declive total.
No había tiempo,
faltaba tiempo,
tardaba el tiempo,
lloraba el tiempo.
La naturaleza se estaba muriendo,
necesitaba de manos agrietadas
que la sostuvieran para sobrevivir,
el espacio tiempo, lo pondría el tiempo.
María Luisa López Castro
Grupo Poético Brétema









